Patricio Mendoza y familia son dueños de Piedra Lisa, un rincón del Valle de Itata donde se han injertado viejas parras de país con cepas mediterráneas con el sueño de hacer grandes vinos.
El lugar al noroeste de Chillán, en San Nicolás, se llama Piedra Lisa, y no cuesta mucho darse cuenta el por qué de este nombre. Basta mirar al cerro que crece prominente de norte a sur en medio de la propiedad para ver que entre sus laderas hay piedras, enormes, lisas, emergiendo desde el centro de la tierra. A quien le guste el vino y vea esas laderas expuesta al sol de la mañana, seguro empezará a soñar con ellas.
Y eso hizo el dueño de la propiedad de 440 hectáreas desde 1994, el ingeniero forestal Patricio Mendoza. Tanto las soñó que cambió radicalmente su plan de plantar bosques de pinos y eucaliptos. Por suerte, en la chimenea de su casona humeando quedó esa idea.
A los Mendoza se lo dijeron varias veces, que en esas laderas, las primeras de la cordillera de la costa en el gran valle de Itata sea lo que sea que plantaran va a ser bueno.
Juan Ledesma, enólogo con años de experiencia de la zona recuerda esas laderas por sus magníficos vinos de país. Eran los mejores viñedos de parras viejas de toda la zona, me comenta. Ahora, al volver a ver las
4,5 hectáreas de país que ya han injertado en la gran ladera con vista a la Cordillera de los Andes (de u total de 30), seguro Ledesma se lamentaría, porque el proyecto de vinos que soñó Mendoza no tiene país, al menos su nombre no aparecerá en las etiquetas; lo único que quedó de ellas fueron sus raíces, fuertes profundas, con el legado de sus cien años de historia.
“El país es una variedad indigna,me dice Mendoza mientras subimos sin aliento esas laderas donde desde el año 2010 están injertado cariñera, petit verdot, garnacha y mataró o mourvedre. El país, agrega, es baja en acidez y taninos metálicos; sus buenos vinos tienen maceración carbónica, y es así como todos terminan siendo iguales. Por eso no era la cepa que necesitamos para hacer el vino que queremos hacer, el vino que represente el lugar”.
Los injertos del país con cepas mediterráneas y el coleado petit verdot de Burdeos, se han hecho con la asesoría del viticultor Renán Cancino, un convencido del potencial de ellas injertadas sobre las viejas parras de país, a tal punto que tiene su propio proyecto semejante en el secano del Maule (pronto les contaremos también de su proyecto personal, en Sauzal). La filosofía de Renan también implica trabajar el campo a la antigua, como arar con caballos para mantener la humedad del suelo.
En la idea de cambiar el plan original ya iniciado, de bosques a viñedos, también ayudó uno del os hijos de Mendoza, Sergio Andrés, un amante del vino y gran conocedor. Luego se lo ha reconfirmado mil veces su hija, Magdalena, quien estudió agronomía con la especialidad de enología, y ya, tiene varias vendimias en Chile y una en Pomerol. Con ella incluso viajó Mendoza al Priorato y se enamoraron del potencial de las viejas parras de carignan y garnacha.
Mil veces más se lo confirmaron la pareja de enólogos que crearon Bravado Wines -Constanza Schwaderer y Felipe García-, quienes conocieron los Mendoza , gracias a un Cupido. Y claro, hoy es Bravado Wines el proyecto que ha tenido la suerte de vinificar las primera cosechas, 2012 y 2013, de los primeros viñedos injertados de Piedra Lisa; y serán ellos, al menos por ahora, quienes embotellarán estos vinos bajo la marca Bravado Wines. A esperarlos.
Claro que los Mendoza quieren producir sus propios vinos, a pequeña escala, a escala humana, nos dice Magdalena, pero no tienen apuro. Por ahora, se conforman con seguir muy de cerca la evolución de los vinos separados en barricas viejas según variedades. Por los momentos nos dice, queremos darle valor a los viñedos del país, el año pasado llegó a 150 pesos el kilo y hasta a 180, pero este año fue muy malo, se pagó entre 70 y 80 en Cauquenes, a nosotros nos pagaron un poco más, $110. “ A esos precios lo que se invierte en el viñedo no se paga, dice, por eso vamos a seguir injertando para subir el valor al país”.
El sueño a largo plazo, me explica Magdalena, responsable por demás de vinificar con muy buenos resultados unas dos hileras de carmenére que había plantado en el bajo del mismo campo, es construir una bodeguita en Piedra Lisa y hacer sus propios vinos siempre a escala humana.