La tradicional viña curicana presentó los vinos de su cosecha 2017, los que esta vez muestran -siguiendo la tendencia- un lado más frutal, fresco y balanceado.
Reconocida
por su línea Toro de Piedra y su Cabernet Sauvignon, viña Requingua, liderada por cerca de 20 años por
su enólogo Benoit Fitte, presentó las nuevas cosechas 2017 de sus vinos, los
que en esta añada vienen con cambios significativos, con un 20 y 30 por ciento
menos de madera, esto para aportar más frescor, tensión, aromas y disminuir la presencia
de notas a vainilla y coco, pues lo que busca la viña en estos tiempos es un
mayor balance en sus vinos, al contrario de años anteriores que producían
exponentes más al estilo antiguo, con más presencia de roble, los cuales requerían
más tiempo en botella. La idea hoy -dice Benoit- es hacer vinos con atributos
de alta gama, a precio accesible, donde la madera esté más integrada desde el
principio.
Respecto
a la añada 2017 señala que fue un gran año, gracias a los bajos rendimientos de
los viñedos (cantidad de kilos de uva que se obtienen), lo que dio vinos más concentrados
y puros, y que al ser un año muy cálido, iniciaron las cosechas más adelantadas
que otros años para guardar más frescor, acidez natural y jugosidad.
En
blancos, su estilo sigue siendo el mismo, con vinos atípicos para el consumidor nacional por ser envejecidos en madera, con un carácter y personalidad distinta. Por
ejemplo su Espumante Brut charmat ($9.990), elaborado con uvas 100 por ciento
Chardonnay que provienen a 14 kilómetros del Lago Colbún, es mezcla de tres
añadas (2015-2017-2018). Para el vino base el 8 por ciento es envejecido en
barricas y producido y guardado 100 por ciento con sus borras para aportar más
complejidad. Tiene notas a pan tostado, nueces, a fruta blanca y membrillo. Su
boca es muy bebible, fresca, untuosa, con acidez elegante y seca. Como
primicia, la cosecha 2020 tendrá 18 meses sobre sus borras, con la misma base
de vino pero en un estilo tradicional, con segunda fermentación en botella.
En
la ocasión aprovecharon, también, de mostrar la primera edición de su Carignan
($9.000), que proviene de parras antiguas plantadas en cabeza de la zona de
Melozal, en el Maule. El vino es producido con un poco de uva con raspón o
escobajo para dar más frescor, carácter y taninos. Y tiene un año de crianza en
barricas francesas de tercer uso. Es un vino para todo público, con notas florales,
a levadura, frutas rojas, muy fácil de beber, con alta acidez, sedocidad y
frescura.
Pero,
sin duda, de nuestros favoritos de la selección, que hoy muestran un mayor
potencial son su buen y simple Merlot ($8.500), que viene de Sagrada
Familia en Curicó. Tiene 60 por ciento menos de guarda en madera, que años
anteriores, y el 40 por ciento pasó por barricas francesas, en su mayoría, y
algo de americana. Es un vino muy festivo, frutal, con notas a arándanos y
cuerpo medio. Interesante también es el Petit Verdot, con notas mentoladas, a chocolate y a
campo. Tiene tensión, taninos aterciopelados y bien domados, buen cuerpo y frescor.
Por
otro lado, una maravilla, muy recomendada, ahora que se acerca el Día del Padre, es la mezcla de Syrah con Cabernet
Sauvignon ($8.500), un vino muy bueno y balanceado, con estructura, notas a
guindas frescas, taninos redondos y final elegante. Y un hit de la línea, para
irse a la segura, es su Cabernet Sauvignon ($8.500), que nace de un viñedo
particular en Lolol, en Colchagua, plantado en 2001 como parrón para regular la
temperatura de sus racimos, ya que esta zona es muy calurosa. Así, hacen un
microclima y mantienen la frescura y acidez de las uvas. ¿El resultado? un vino
exquisito, con un 80 por ciento de crianza en barricas. Es jugoso, equilibrado,
fresco, especiado, con cuerpo medio. No se arrepentirá, quedará como rey si lo
lleva al asado, por algo es el más famoso de la línea.